Perro que ladra no muerde, pero muerde si tiene a quien ladrar... :$

-Vamos Mandi- Le llamó León a Mandela, su dobermann. La perra oscura vino corriendo muy atropelladamente y amagó a saltarle a su dueño pero éste la paró antes. Enganchó su correa al collar de púas de la perra que iba con la lengua afuera. Salieron del modesto apartamento, ella con la cola en alto y él con su ropa cotidiana (como la imagen pero con la camisa un poco más abrochada :$ ). León suspiro "Al fin un poco de tiempo para mí..." pensó. Todo el día estuvo a las corridas por el tema del estudio. Había logrado varios avances gracias a su trabajo duro y estaba más contento de lo usual por aquello. Ahora tocaba sacar a pasear a Mandela como lo hacía todos los días; siempre iba hasta el parque que no quedaba muy lejos de su casa, dejaba que ella haga sus necesidades, y volvían a casa. Ya era bastante tarde, y porque era otoño oscurece más temprano. Sin embargo aún había una débil luz solar yalgunas luces callejeras se comenzaban a encender.
Llegó al fin al parque, había una leve ventizca fría pero por suerte llevaba pantalones largos. Mandela miraba todo su alrededor contenta por poder salir afuera y de vez en cuando olía los árboles y se echaba una pilladita. León miraba las cosas con más tranquilidad, prefería tomar ése tiempo con calma después de toda la turbulencia del día. Se pasó la mano por el cabello castaño desenredandolo un poco mientras que con la otra llevaba la correa de Mandela.

Ciev había salido de la casa con Golondrina a su lado. Acostumbraban a dar un paseo todos los días alrededor del parque y por las calles de la ciudad, pero ese día habían preferido ir al parque para dejar que la perrita pudiera correr y perseguir todas las palomas que quisiera. Sólo una bufanda que llevaba apretada alrededor del cuello era lo más abrigado que tenía, pero no parecía tener frío. Decidió sentarse bajo un árbol y luego de acariciarle la cabeza al animal la empujó con suavidad para que vaya a jugar. La malamute, contenta, salió disparada tras unos cuantos pájaros, con la lengua y la banda que tenía alrededor de su grueso cuello agitándose al viento. El chico observaba con una leve sonrisa en sus labios cómo su chica corría de acá para allá, feliz y en forma. Soltó un suave suspiro y en ese momento se dio cuenta de que le había faltado su libro ¿Qué le pasaba? Esos días había estado tan distraído... Sacudió la cabeza y se pasó una mano por el rostro, con una mueca en los labios. La perrita olisqueó el aire y fijó sus celestes ojos en una dobermann a la que le movió la cola y ladró con alegría.

Mandela levantó la vista del pasto para ver a una perra ladrándole con alegría. La dobermann ladeó la cabeza y luego fue corriendo al encuentro con la malamute tironeandole a León. El joven fue arrastrado por la fuerte abismal de la perra que no parecía importarle que hacía con su dueño lo que quería. Viendo que Mandela se dirigía a olfatear a otro perro se quedó medio atónito, la dobermann no solía tener un buen trato con otros perros. La extrañeza le duró hasta que vio para su costado donde había un chico sentado contra un árbol. León miró sus alrededores y concluyó en que aquel joven era el dueño de aquella perra, ya que no había nadie más alrededor. Parecía que el chico de lentes tenía una expresión de desagrado, pero León no se preocupó demasiado en eso. Miró nuevamente a la otra perra que parecía pasar un buen rato con Mandela y luego volvió a mirar al chico contra el árbol.
-¿Es tuya?- le preguntó medio a los gritos porque el de lentes estaba medio lejos. La soltó a Mandela de la correa para que pudiera correr y hacer lo que se le plazca con la otra perra. No se preocupaba demasiado por ella porque era una perra bien entrenada y a pesar de parecer fiera, es una buena perra y no lastimaría a nadie sin razón. Enroscó la correa en un círculo mientras miraba al otro chico sin ninguna expresión que le delatara. Lo examinó sin ningún apuro ni demasiado entusiasmo, como hacía con casi todas las cosas que se le ponían enfrente. No era normal que algo le llamara la atención, él lleva una vida bastante monótona; ése hecho que acaba de presenciar ya era bastante raro en un día común y corriente. No siempre su perra se amigaba con otro perro. Se quedó pensando en ello por un tiempo sin darse cuenta que seguía mirando al de lentes.

Golondrina se alzó sobre sus patas traseras, agitando las de adelante para luego bajarlas dando aún ladridos de contento. Se puso en posición de juego, meneando los cuartos traseros y batiendo la cola con energía. El chico de ojos violeta no prestó demasiada atención al comienzo, es mas, se distrajo siguiendo el revoloteo de una pequeña golondrina, su ave favorita. Pero se vio interrumpido al escuchar aquella voz desconocida. Sobresaltado volteó con rapidez la cabeza en su dirección. Parpadeó un par de veces y cuando reaccionó asintió una vez con la cabeza y se levantó con ligereza, acercándose donde se encontraba su mascota para tomarla de la banda del cuello que actuaba como collar.- Si, es mía. Me disculpo si te ha estado causando problemas, es un poco...inquieta -Golondrina alzo la cabeza hacia su dueño, lamiéndole la mano después para luego volver a ladrarle a Mandela. Al ver que el contrario soltaba la correa de su perra hizo lo mismo, separando con lentitud los dedos del collar de su niña, quien salió corriendo en cuanto se vio libre, deteniéndose mas allá para volver a ponerse en posición de juego, invitando a la otra perra a que le acompañara. Ciev mantenía la mirada fría, fija en los ojos de quien le seguía observando. Arqueó una ceja ligeramente como en modo de consulta.- Nuevamente, lo siento si te ha estado molestando -Se cruzó de brazos al sentir una ráfaga helada y se acomodó de mejor manera la bufanda.

Zarandeó la cabeza como saliendose de su trance. -No me molestó para nada- contestó desviando la mirada en su perra que salió disparada para jugar con la otra. "Pero que rara..." no podía salirse de su asombro viendo con sus propios ojos lo amistosa que estaba su perra "Y yo que pensaba que la conocía perfectamente". Miró a Ciev y reconoció al instante sus ojos de un color muy peculiar, unos que no había visto nunca.
-Parece que tenía ganas de jugar...- dijo mirando hacia otra parte. Se cruzó de brazos, ¿ Enserio tendría que platicar con aquel joven? Se veía obligado ya que Mandela parecía pasar un buen rato y sería una tiranía separarla de su aparente nueva amiga. Se resignó suspirando para sus adentros, verdaderamente quería pasar su tiempo libre en hacer fútbol o música, pero esta vez le daría los mimos a su dobermann que bien se lo merecía.
-Me sorprende porque no suele ser muy...- parecía no encontrar la palabra. -juguetona. -dirigió su vista a Mandela que parecía repartirle mordiscos a la malamute pero sin intenciones de lastimar, sólo de jugar.
Se notaba que el chico de lentes era más joven que él. León es más alto y notoriamente más musculoso. -¿Cómo se llama?- como para ser un poco más amigable. No le interesaba demasiado, ya que seguramente no lo volvería a ver. Se llevó la mano a la cara y se la pasó por los ojos, tenía bastante sueño porque no había logrado dormir mucho en la semana y ya le comenzaba a doler la cabeza. Estaba acostumbrado a que le duela y nunca mariconea mucho, sabe que es el sacrificio que tiene que hacer para conseguir lo que quiere.

Dejó escapar de entre sus labios una suave exhalación, asintiendo luego con la cabeza.- Pues me alegro mucho de que no haya estado causando problemas, siempre está metida en ellos...-No apartó la mirada de él en ningún segundo, parpadeando con lentitud y tranquilidad característica de él, y se metió las manos en los bolsillos del pantalón.- Por lo visto..si, las tenía...la mía las tiene siempre en todo caso, problemas para entablar amistad no tiene -Miró el piso y corrió con la punta del pie un par de las primeras hojas caídas, suspirando de manera superficial luego. Le miró apenas de reojo al escuchar que volvía a hablarle y se mordió los labios por costumbre, clavando los ojos en ambos animales que felices, jugueteaban, corriendo para acá y para allá, mordiéndose y jugando a pelear.- Oh, ¿enserio? Golondrina debería sentirse muy halagada de que se haga su amiga, entonces y...bueno, terminé respondiendo a tu pregunta antes de que la formularas...se llama Golondrina, cómo se llama la tuya? -Miraba con interés a la dobermann. Siempre le habían gustado los perros grandes, y esa raza era de las que más le gustaban

-Se llama Mandela- respondió. Luego rió por dentro pensando la coincidencia del nombre de su perra con Nelson Mandela, el que fue gobernador de Sudáfrica. Ambos son negros. Aún que cuando le puso en nombre no pensó en ello, sólo la nombró de ésa manera porque le gustó la forma de gobierno de Mandela...y en fin...nombró a su perra como él.
-Veo que no tiene problemas en hacerse amigos- miraba a Golondrina que corría y se revolcaba junto a Mandela. -Nunca te había visto por el parque...¿Siempre venís a pasearla por acá?- se interesó, mirándolo de reojo. Lo miró más detenidamente y le extrañó el hecho de que tiene mechas turquesas, obviamente que se las tiñó. Sin embargo no le quedaban mal, y hacían un extraño duple con sus ojos atípicos. Tiene un aspecto más delicado frente a la rusticidad de León, parece tener movimientos mucho más tranquilos y ligeros.
Se llevo la mano a la boca tapando enteramente desde debajo de la nariz hasta el mentón mirando hacia otro lado como pensativo. Desvió la vista sabiendo o dando a suponer que no sería muy cómodo que alguien te mirara tanto, y mucho menos si era una persona a la que no conocías. Para León, el joven con el que hablaba era bien parecido más allá de sus movimientos peculiares, y esos lentes le dan un aire de chico intelectual.
Miraba más a lo lejos, a la gente pasar caminando. Algunas parejas, otros solos o con perros como era el caso de León y el otro. ¿Y el otro? Reconoció que no sabía su nombre. -Me llamo León por cierto- le extendió su brazo derecho en ademán de estrecho. Esperaba que él también se presentara.

Se quedó pensando en el nombre unos segundos, repitiéndolo varias veces en su cabeza.- Me gusta como suena... suena bonito -Negó con la cabeza al escuchar lo que dijo a continuación respecto a su perra.- No los tiene, es muy amigable -Volteó los ojos para clavarlos en los suyos, alzando ambas cejas y encogiéndose de hombros después.- No siempre vengo a pasearla acá, pero vengo regularmente a sentarme a leer o a dibujar...¿Tu vienes todos los días? Porque yo tampoco te había visto antes, y eso que vivo cerca de aquí -Se sintió demasiado examinado y se removió, inquieto, apretando más los brazos alrededor del cuerpo y desviando los ojos hacia ningún punto en particular. Volvió a mirarlo en cuanto le escuchó pronunciar su nombre.- Oh, cierto que no me había presentado... me llamo Ciev, un gusto León -Le dio un suave y corto apretón a su mano y volvió a guardarla donde la tenía anteriormente, empezando a sentir cómo el frío le atacaba de forma lenta.- Hmm...-Murmuró, mientras soltaba una suave exhalación y se pasaba el dorso de la mano por uno de sus ojos.

-Yo vengo siempre a la noche o cuando tengo tiempo para pasear a Mandela- le sorprendió no haberlo visto nunca a Ciev, si dice que viene seguido. Supuso que si venía a leer o dibujar, seguro que era de día cuando había luz natural; León rara vez salía con su perra de tarde. Después del apretón de manos volvió a dirigir su mirada hacia las perras, parecía que ellas tenían para rato pero ya empezaba a refrescar y en poco tiempo tendría que volver pateando a casa.
-Yo también vivo por acá- se llevó la mano a la boca como lo había hecho anteriormente. -Por allá- señaló con la mano libre hacia la dirección donde vivía, las palabras salieron apagadas porque su mano tapaba el sonido de su voz. -La verdad que me queda cómodo para sacar a la perra, no tengo que caminar muy lejos para encontrar verde- dijo como al descuido.
Bostezó largamente tapándose la boca y luego se cruzó de brazos mirando de reojo a Ciev, esperando repsuesta. Tenía mucho sueño y mañana tendría que levantarse temprano como siempre. Eso lo desanimó un poco. Suspiró rodando los ojos hacia el cielo ya negriazul.